domingo, 22 de noviembre de 2009

Una noche en ... ¡¡¡ URGENCIAS !!!

A uno ya le gustaría cambiar el título del post, pero nada tiene que ver lo que a continuación vamos a relatar con la película de los hermanos Marx titulada "Una noche en la ópera". Nada tendrá de nuevo para todos aquellos que por un desajuste en su salud haya tenido que visitar el servicio de urgencias de cualquier centro hospitalario. En mi caso demasiadas veces, por lo que simplemente antes de seguir quisiera hacer una reflexión generalizada para que los que disfrutan de salud puedan sentirse realmente afortunados.

01:00 -Un fuerte dolor en la parte superior del abdomen, en la línea del diafragma, me impide conciliar el sueño y decidimos llamar al servicio de urgencias 061.
01:45 -Llega el médico de urgencias. Es un señor que roza la sesentena y que siempre responde con un "¿qué?" ante cualquier cosa que se le diga. Sigo teniendo la duda de que si era sordo o simplemente que no escuchaba aunque curiosamente después del ¿qué? añadía la respuesta pertinente. No lo ve claro, pero sin dudarlo me arremete una inyección de calmante con delicadeza cuestionable. Espera dos minutos y después de confirmar que ya tengo sequedad en la boca decide que lo mejor es ir a urgencias. El dolor persiste con la misma intensidad.
02:15 -Llega la ambulancia con sus dos ambulancieros. Bajamos al portal donde realizaremos la transferencia de la silla de ruedas a la camilla. El dolor mejora en la posición de sentado, tanto que me planteo dar marcha atrás y quedarnos en casa, pero al final decidimos que ya puestos mejor que alguien se mire el dolor. En el momento de la transferencia casi me luxan los hombros así que pienso que "no hay mejor solución para olvidarse de un dolor que tener otro mayor". El dolor abdominal, no obstante, vuelve a su intensidad tras tumbarme en la camilla.
02:35 -Llegamos al servicio de urgencias del hospital. Cinco minutos de pasillo indefinido esperando al médico que decide cuál es tu gravedad. Oigo "nivel dos" y por experiencia suplicamos que mi ángel de la guarda (dulce compañía, no me dejes sólo ni de noche ni de día) pueda permanecer a mi lado allí donde quieran enviarme. Acceden a la petición.
04:15 -Llevamos casi dos horas metidos en el box número 5 y aún teniendo la puerta abierta a modo de indirecta todavía no ha pasado nadie para ver qué me pasa. Entra una supuesta enfermera que pregunta si todavía no ha pasado el médico. La respuesta es que NO. El dolor abdominal no cede.
04:35 - Aparece la doctora G. Justifica la tardanza por la, según ella, acumulación de trabajo del servicio. Mide la presión, temperatura, pregunta por los antecedentes clínicos y al final palpa mi abdomen que sigue sin ceder en su dolor. Rellena papeles, teclea en un ordenador y me pregunta que valore del 0 al 10 mi dolor. Respondo que 8 (Eva me recrimina después que siempre hay que decir 10). Tres minutos de exploración y 10 de relleno de documentación la llevan a la conclusión de que hay que realizar un análisis de sangre y una placa radiológica del abdomen.
04:50 - Aparece un sanitario (ahora se les llama así, antes eran celadores) y pregunta si soy fulanito de tal y ante la respuesta afirmativa dice: "ahora me lo llevaré para hacerle una ecografía". ¿Ecografía?, ¿pero no era una radiografía?, me pregunto a mí mismo. Justo en ese momento que en teoría debía de moverme para hacer la prueba aparece una enfermera con la intención de sacarme sangre para el análisis. Se mueve y se mueve en el interior del box preparando el material para la extracción pero al final parece como si quisiera buscar a otra enfermera o enfermero para que haga el trabajo. Aparece y desaparece del box en varias ocasiones hasta que al final lo intenta. La ponemos en sobreaviso de que le será difícil encontrar una vena aunque no imposible y le digo donde tiene mayor número de probabilidades de encontrar una. Dice que sí pero no escucha y empieza a buscar no sé qué en ambos brazos. Vuelve a salir y entrar del box dejando la faena a medias y todo parece indicar que está pidiendo ayuda. Al final volvemos a indicarle donde podría buscar en base a experiencias anteriores y lo prueba pero no se limita en clavar la aguja y mirar el resultado sino que busca y rebusca con la aguja clavada en la mano izquierda hasta que al unísono, tanto Eva como yo, le decimos BASTA. La enfermera se siente amenazada y amenaza, además, que tendrá que hacer salir a Eva del box si se pone tan nerviosa???. Una lágrima de mi ojo izquierdo se desplaza por mi rostro hasta consumirse y pienso: "menuda estocada". La enfermera sale del box.
05:30 -Aparece un enfermero superactivo que repite todo el proceso. Mira papeles, abre y cierra cajones, y sin mirarme me va hablando y preguntándome. Vuelvo a decirle que tendrá dificultad y él me responde diciendo que ya le han informado previamente sobre el tema, tanto es así que le pide a Eva que abandone el box y que espere fuera. De nuevo todo el proceso. Palpa los brazos y vuelve a palparlos y sin desenfundar la aguja entra otra enfermera que le dice que hay una urgencia en otra parte del servicio. Se levanta y dice: "Lo primero es lo primero. Ahora vuelvo". Al parecer y por la edad debe ser el único que parece saber lo que hace y donde está metido y todos sus compañeros/compañeras le buscan como referencia. Sale del box y vuelve a entrar Eva. El dolor se mantiene en el 8.
06:00-Entra una cuarta enfermera y se repite el mismo proceso. Le dice a Eva que abandone el box que a estas alturas de la película consideramos que le han puesto la etiqueta de histérica y es que tiene unos ojitos que hablan sin hablar. Esta vez declino ponerla en antecedentes y dejo que haga. Palpa y palpa y vuelve a palpar cada uno de mis brazos y de forma sorprendente me pregunta si aparte de la inmovilidad tengo sensibilidad en mis extremidades a lo que le respondo que "por supuesto que sí". Ahora entiendo porque la otra enfermera no dudó en atravesarme la aguja de lado a lado de la mano mientras hacía mayonesa con ella. Pero de repente abandona el box y aparece al rato con una quinta enfermera. Así que en estéreo, una por la derecha y otro por la izquierda buscan y rebuscan la vena perdida. Vuelvo a informarles de dónde se encuentra probablemente el tesoro de Moctezuma y les indicó que mi mano izquierda, pese a haber sufrido ya una terrible cornada, es probable que esté en condiciones de ofrecerles aquello que tanto buscan. Pero parece que la recién llegada es terca, pero a la vez hábil, aún y reconocer que este tipo de tareas lleva tiempo sin hacerlas. Discuten, discrepan de donde realizar el primer intento pero al final la última en entrar parece que goza de mayor rango de credibilidad, incluso entre sus propios compañeros, e indica el punto exacto donde realizar la extracción. Un intento y efectividad total. Por un momento el box se convierte en el control central de la Nasa en la que todo el mundo celebra un perfecto alunizaje. Se establece la vía..., la vía del tren, la Vía Láctea, la vía de solución, llamémosle como queramos, pero siempre planea sobre mí el miedo de que ante la dificultad intenten otra vez, como en el pasado, optar por la vía central que consiste en pinchar la yugular. La vía es motivo de celebración hasta el punto de que a través de ella me "enchufan" una bolsa de Paracetamol.
07:00 - Una mujer mayor, sentada en una silla de ruedas frente al mostrador donde se centraliza toda la actividad de urgencias del hospital, grita desesperada... "¿es que nadie me va a atender? Llevo 12 horas aquí y todavía nadie me ha atendido". Alguien de al otro lado del mostrador le contesta de forma poco respetuosa y entonces es cuando milagrosamente la señora se levanta de la silla de ruedas y grita... "¡un poco de respeto!, ¡tengo 82 años y llevo desde las siete de la tarde aquí, sin que nadie me mire ni me diga nada, y creo que merezco un poco de respeto!". Dos o tres sanitarios se acercan hasta ella y tras una breve discusión la llevan hasta una especie de sala de espera donde se congregan un buen número de gente (será por aquello que "ojos que no ven corazón que no siente"). La escena sólo hace que provocarnos la reflexión y como diría un mediático conocido sólo nos queda que pensar que: "al loro, que no estamos tan mal".
El dolor abdominal milagrosamente ha descendido hasta el siete de una escala del 0 al 10.
08:00-Ha pasado más de hora y media desde la extracción y todavía no hay novedades. La placa o la ecografía parece haberse diluido en un cambio de turno del personal. El hábil "sanitario" parece que sorprendentemente ha perdido deliberadamente la orden de la médico y ésta tras la inquisidora mirada de Eva vuelve a rellenar el impreso. En todo este tiempo no he podido evitar acordarme de la ministra de sanidad y de toda su familia como también de la consejera de sanidad de la Generalitat y de la suya respectiva. Me acuerdo de ellas sobre todo de la primera por su grandiosa verborrea, por estar tan sumamente alegre de haberse conocido a ella misma y por su inmensa autocomplacencia. De la segunda me acuerdo porque todo parece indicar que la sanidad catalana es de las mejores del país, y no lo pongo en duda, pero en cuanto a servicios de urgencia se refiere la verdad es que parece que allí van a parar todos los que acaban de estrenar el título o todo aquel personal sanitario que ningún otro servicio quiere tener en sus filas. Pero como siempre dicen "mal de muchos consuelo de tontos".
08:30 - No aguantamos más y optamos por usar el teléfono. Como si se tratara del concurso "¿Quiere ser millonario?" Optamos por el comodín del teléfono y llamamos a la que se encarga del control de mi respirador por parte del servicio de neumología del hospital. Le contamos nuestro desespero y dice que en cuanto pueda se pasará por allí (monumental privilegio el nuestro).
08:45 - Al fin, y después de una incansable persecución tanto física como de miradas por parte de Eva viene un sanitario con la intención de llevarme a hacer la placa. Al final todos los indicios apuntan a que se tratará de una radiografía abdominal. Parece como si de alguna extraña manera todo se acelerara.
08:55 - Entra la doctora G y mira la placa todavía calientita y se limita a decir en voz baja que "aquí no se ve nada". Todo indica que habrá que repetirla. Curiosamente aquello fue lo último que le oímos decir a la doctora G. Se realiza el cambio de turno del personal médico.
09:00 - Llega nuestra amiga, la del comodín del teléfono, y por un momento todo se acelera. Toma las riendas del asunto y de repente el box se llena de gente que entra y sale pero sin concretar nada. Se nombra por su parte el nombre de otra de mis particulares ángeles de la guarda y al parecer su solo nombramiento hace que de repente el caso empieza a tomarse en serio. Por cierto, y a todo esto, el dolor abdominal persiste. A los pocos minutos un numeroso colectivo de supuestos médicos (claramente identificables por llevar el fonendo colgado del cuello o bien en uno de los bolsillos de la bata blanca pero ostensiblemente visible) que de forma solemne dicen que todo está bien, es decir, que tanto la analítica como la radiografía no indica nada anormal así que uno empieza a pensar que quizás el dolor, como tantas otras cosas, es algo psicosomático por lo que acabas pensando que el dolor no existe, es todo pura invención tuya, y que tienes que aplicarte a ti mismo una terapia al estilo Rambo de autosugestión insistiendo mentalmente en el pensamiento de que el dolor no existe aunque tengas atravesado el cuerpo por 25 flechas. Pese a todo nadie quiere dar un paso más hasta que aparezca allí mi doctora favorita y de su Ok y permitir mi vuelta a casa.
No pasa mucho tiempo hasta que aparece el ángel. Su solo cercanía ya reduce sensiblemente la intensidad del dolor aunque insinúa que sería conveniente estar unas 24 horas en observación, pero ya estoy en el punto de salida para que otra ambulancia nos devuelva a casa tras ocho horas de experiencia urgentil. Así que como en otras ocasiones, tras la comprobación de que no hay nada lo suficientemente identificable que requiera una atención urgente, optamos por volver a casa con la sensación de que siempre pasa lo mismo y con aquella sensación de que me podía haber ahorrado semejante mal rato. No tengo otro remedio que pensar que "ya se me pasará, como las otras veces anteriores" y a modo de justificación le digo a mi Doctora favorita que no sabía cómo visitar las nuevas instalaciones del hospital que acudiendo a urgencias, algo a lo que ella me responde que... "menudas ocurrencias tienes".
Y colorín colorado este cuento se ha acabado. Por cierto, el dolor abdominal desapareció a los dos a tres días.

sábado, 14 de noviembre de 2009

Tratamiento


Hace años, cuando trabajaba, me regalaron un dietario o una agenda, llamémosle como queramos, en la que en cada hoja que representaba un día del año aparecía una cita que invitaba a reflexionar. Una de la que siempre me acuerdo era aquella que dice... "sin esperanza no puede existir el esfuerzo". En aquel momento interesadamente imprimimos la frase y la colgamos por todo el mobiliario de la oficina como medida reivindicativa de una mejora laboral, pero sinceramente, de poco sirvió. Ahora podríamos aplicar esa misma máxima con el tema que nos ocupa y que no es otro que nuestra enfermedad. Tal vez no sea la esperanza el único concepto que a algunos nos mantenga anclados a la vida. En mi caso claramente es el amor.
Pero la aplicación de la cita en cuanto a tratamiento se refiere mucha esperanza no podemos depositar. En un mundo y en un tiempo de él que básicamente se rige por el concepto de la rentabilidad y de la productividad está claro que el mecanismo de la investigación no echará andar por un "insignificante" número de población afectada por un minoritario mal. Sólo tenemos que echar mano de la prensa diaria para adornar y entender de qué estoy hablando. A día de hoy las empresas no echan el cierre o se deslocalizan por acumulación de pérdidas sino porque no obtienen los beneficios esperados. Esto es algo que realmente diferencia esta crisis de la anterior del principio de los años 90.
Así que lejos quedan los Pasteur y los Fleming, que según cuenta la historia investigaban de forma ¿altruista? cualquier tipo de remedio sin importarles mucho el número de personas al que iba a beneficiar su investigación y su descubrimiento. Hoy en día es prácticamente imposible imaginar que alguien reciba subvenciones o simplemente un salario por investigar algo que en primera instancia no se presente como rentable, es decir, cuyo resultado no sea aplicable al mayor número posible de personas o cosas y que por lo tanto se obtenga el mayor beneficio con la mayor prontitud posible. Visto desde una forma global, desde un pensamiento global, esto es de lo más lógico pero a determinados colectivos sólo nos queda pensar que ese punto de vista es una auténtica jodienda. Sólo nos queda, si volvemos al concepto, "la esperanza" de que alguien se desvíe de un camino determinado de su investigación y que por casualidad descubra que el fallo puede servir para otro colectivo menor.
Así pues estamos en un tiempo en el que cualquier remedio o tratamiento de nuestra enfermedad es prácticamente simbólico y para no ser menos que la mayoría he de reconocer que ante la situación uno prueba desesperadamente todo aquello que se le plantea, tanto en el marco de la medicina convencional, como en las terapias alternativas e incluso aquello que a veces no se puede explicar porque socialmente no está admitido.
Así pues uno, al principio, "se deja", por decirlo de alguna manera, hacer todo aquello que los demás quieran. Por ejemplo, estar tomando diariamente un comprimido de Viox durante aproximadamente tres años con la intención de que en algo mejorará su estado de salud para que después, mediante una triste noticia de informativo televisivo, llegues a la conclusión que el citado medicamento sólo ha hecho que empeorar tu salud cardiaca. Todavía estoy esperando que el neurólogo que me recetó la medicación me avise que deje de tomar ese antiinflamatorio. Luego está uno de los pocos medicamentos reconocidos para combatir la enfermedad. Sí, aquel que empieza por R, del cual ahora se concreta que de forma reconocida alarga nuestra vida la triste esperanza de tres meses, pero por el cual hay que someterse a controles mensuales de nuestras transaminasas porque al parecer al hígado no le sienta bien la medicación. Y luego llegamos a la panacea, a lo que parece que acabará por resolver todos los males del mundo, las células madre. No puedo opinar porque ni nunca se me ha planteado tal solución ni tampoco me la he planteado hasta el punto de recorrer medio mundo para que alguien me aplique tratamiento. Pero todo parece indicar que el tema todavía no está ni mucho menos maduro, tal vez se encuentre en estado de germinación pero para la mayoría los plazos de evolución se nos presentan como extremadamente largos.
Siento que en todos mis apuntes sobre el tema sobre el que versa este blog tienen ese cariz pesimista, pero deberán de entender mis amados lectores que esta situación no es precisamente favorable para mantener el ánimo optimista, si bien soy de los acérrimos defensores de que de cualquier situación se extrae siempre algo positivo. Tal vez no lo haya dicho antes pero estoy tremendamente cabreado por esta soberana putada que es sufrir y vivir con ELA, aunque a simple vista no sé me nota casi nunca.