jueves, 28 de abril de 2011

Día a día II

Sigue sonando el despertador, de hecho suena cada ocho minutos y para apagarlo Eva sólo tiene que pasar la mano por encima (es un despertador chino pero de curioso e inquietante manejo) y por mucho que lo intente no logro convencerla de que no ponga el despertador a las seis ya que no se levanta hasta las siete, así que cada mañana nos flagelamos con esta especie de tortura de sobresaltarte cada ocho minutos con el impertinente timbre del despertador. Debe ser como aquella original manía que los césares romanos tenían de tomar pequeñas dosis de veneno para preparar el organismo para la gran envenenada que les proporcionaban aquellos que ansiaban arrebatarles al poder. Eva debe de tener esa necesidad (no de envenenarse, sino de despertarse poco a poco) y no se lo discuto, pero lo curioso es que a todo se acostumbra uno e incluso hay mañanas en las que no escucho alguno de esos recordatorios que nos molestan cada ocho minutos por lo que sigo dormido hasta las siete, momento en el que Eva sí se incorpora de la cama y por fin aprieta un botón del despertador para que no vuelva a incordiar. Es en ese momento cuando me despierto y hago balance, o "informe de daños" matutinos, si utilizáramos una jerga militar, aunque ya llevamos tiempo aplicando aquello de "hoy peor que ayer, pero mejor que mañana" pero, lo reconozco, sutil, muy sutil, casi inapreciable, llegando a la conclusión de que cuanto poco tienes poco puedes perder. La verdad es que nos imponemos el madrugón por una cuestión de equilibrio casi matemático descubierto a través de la evolución, o involución, del día a día que nos ha llevado a la conclusión de aquello que es lo mejor para los dos, incluso pese a reconocer que a Eva no le sobrarían dos horas más de sueño.


Eva se levanta y permanece estática durante unos segundos al borde de la cama, casi en estado catatónico y nuevamente reacciona con un gesto característico en ella y que ahora no es necesario relatar. Sea el que sea debe ser lo suficientemente importante para ella como para empezar a tomar conciencia de que toca ponerse en movimiento así que corrige la posición de la colcha, con la rodilla hincada en la cama y aprovecha la deliberada cercanía para darme el primer beso de los muchos y recíprocos que nos iremos repartiendo a lo largo del día. Antes que cualquier otra cosa prepara lo necesario para llevar a cabo uno de los últimos descubrimientos a los que nos ha llevado la enfermedad: la electroestimulación de los glúteos.



De un tiempo a esta parte el dolor de tener las posaderas siempre en apoyo aumentó de forma brusca e inesperada y aparte de ponerlas en reposo estirado en la cama no se nos ocurrió otra forma de aliviar la molestia, así que pensamos que ya que no puedo por mí sólo fortalecer esa musculatura podíamos aprovechar el beneficio de la electroestimulación. El resultado no es determinante, positivamente hablando, pero tampoco ha aumentado la molestia como parecía haber tomado el camino y lo que sí podemos decir es que tampoco hay que abusar del tratamiento por lo que la frecuencia media sería que tras dos días de terapia dos días de descanso. Para ello utilizamos un electroestimulador Stiwell que adquirimos hace unos cuantos años, con un programa para músculos desnervados. A simple vista no hay resultados espectaculares, es decir el culo no me ha crecido aunque al tacto, según me cuenta Eva, está lo duro que tiene que estar, ¿y para qué vamos a discutir si ella es la que entiende de eso?


Y en ese estado, conectado por arriba con el respirador y por abajo con el electroestimulador, me mantengo el tiempo que Eva tarda en ducharse y preparar el territorio para disfrutar de un día más. Ah, se me olvidaba, también me conecta por la oreja al matinal radiofónico de Catalunya Radio, pero del exceso de información hablaremos más adelante. Lo más normal es que no aguante más de 5 o 10 minutos despierto, que con tanta conexión ya tiene su mérito, pero, como ya he dicho antes, a todo se acostumbra uno y esa media hora de sueño no va nada mal ya que el mundo onírico no cuenta con el tiempo suficiente como para conectarse también, y eso ya sería el colmo.


Bien, llevamos dos apuntes o dicho de otra manera, cinco folios y una decena de besos y todavía no nos hemos levantado de la cama.


Continuará...



PD: Hoy estoy anormalmente animado. Madrid -0, Barça -2 (ida semifinal Champions).




Foto: Sport.es


martes, 19 de abril de 2011

Día a día I

A falta de nuevas ideas de las que poder escribir me he decidido a empezar una serie de apuntes en los que describiré de la forma más sincera mi día a día, nuestro día a día, el mío y el de Eva, mi compañera. Antes de empezar lo que sí quisiera es añadir que 16 años de enfermedad hacen que esta descripción detallada que hoy empezamos es, por decirlo de alguna manera, una situación mutante. Es decir, hace tan sólo unos meses no era como la que ahora vamos a describir, como tampoco lo será la que podríamos relatar algunos meses en adelante. Esa es la característica de esta enfermedad cuyo adjetivo "degenerativa" la describe sin paliativos y sin necesidad de encontrar ningún otro gracioso eufemismo. Debo de reconocer que este ejercicio de describir 24 horas de nuestras vidas ya lo he realizado con anterioridad así que puede darse la circunstancia de que alguien piense que me repito por lo que intentaremos adornarlo con comentarios que aparezcan en ese momento por mi mente aunque no sean cosas concretas o repetitivas del día a día. Y si por alguna circunstancia o si por algunos de los detalles de la descripción alguien pueda pensar que el resultado es soez, desagradable o poco elegante, ruego me disculpen pero las cosas son como son.



Suena el despertador, son las seis de la mañana, y el impertinente sonido sirve como buena excusa para interrumpir el enésimo sueño que cada noche me invade. Desde que tengo que dormir con la ventilación http://lavidaconela.blogspot.com/2009/12/maquina.html, hace ahora aproximadamente poco más de tres años, mi actividad onírica ha aumentado hasta unos límites desagradables o incómodos. Sería interesante que alguien me pudiera explicar la diferencia entre sueño "conciliador" y pesadilla pero la cuestión es que con una molesta peridiocidad mi subconsciente viaja con nocturnidad a mil y un lugares, rodeado de desconocidos acompañantes y resucitando involuntariamente a más de un y a más de una fantasma particular que provocan bruscos despertares acompañados de angustia. Deberíamos consultar al omnipresente, mediático hasta un punto cansino doctor Estivill, especialista en terapia del sueño, sobre qué podemos hacer con estas etapas Rem para lograr desconectar aunque sólo sean unas cuantas horas. Lo normal es que cada dos horas me despierte ya sea a causa de la necesidad de un cambio postural o bien por lo que yo entiendo como pesadilla, e incluso muchas veces por las dos cosas a la vez, algo que me hace llegar a pensar que esa dosis de dolor provocado por la incomodidad alimenta la pesadilla y eso el desenlace. Lo extraordinario es dormir las cuatro primeras horas de la noche de un tirón ayudado, eso sí, con una pequeña dosis de hipnótico que me desconecta del consciente y del subconsciente sin excesivos efectos secundarios, aunque no garantiza la desconexión por más espacio de tiempo sin tener que recurrir a dosis más altas, a lo cual hoy por hoy me resisto. Me cuesta recordar la última noche que dormí de principio a fin, sin sueños, sin pesadillas, sin peticiones de movimiento, ni conversaciones a deshora e incomodidades.



Nos habíamos quedado con el despertador sonando impertinentemente, regalo del programa de puntos estrella de la Caixa, Made in China, por supuesto. Con un poco de suerte y dependiendo de la posición puedo confirmar como cada mañana que son las 6:00 horas ya que el engendro refleja en un tenue color rojo los dígitos en el techo. Aprovecho el primer aviso matutino para pedirle a Eva que me dé un poco de agua para humedecer la boca y la garganta absolutamente reseca a causa de la ventilación de la que dependo toda la noche.



Y ya que volvemos a nombrarla trataré de definir de la manera más exacta a la que acostumbro a llamar "mi compañera". Técnicamente es mi esposa, o mi mujer, aunque estas dos últimas definiciones me incomoda utilizarlas porque me parecen algo casposas. La primera porque asocias ese nombre a los grilletes con los que se inmovilizan a los detenidos y eso da mal rollo, y la segunda porque con el prefijo "mi" parece que reclames y tomes posesión de algo, como diciendo... "mi coche", "mi casa", "mi perro", "mimimimimimi", y así un largo etcétera. Así que "compañera" me parece, de largo, lo más acertado porque literalmente es eso, quién te acompaña en lo bueno y en lo malo, en la enfermedad, en el día a día, las 24 horas del día, de forma voluntaria y entusiasta, aunque parezca que no pueda ser verdad. Quizás para algunos el término "compañera" suene mucho a sindicalero pero la culpa la tienen los sindicalistas por abusar tanto de la palabra en sus dos opciones de género asamblea tras asamblea. Algo parecido sucede con los políticos que de tanto nombrar "conciudadanos" o "pueblo" aburren con la definición hasta el punto de perder casi toda la credibilidad que confiere el término.



Y volviendo al tecnicismo, Eva es lo que es porque contrajimos matrimonio civil un mes de enero del año 2005 tras un traumático divorcio de un matrimonio anterior del que si viene a cuento ya hablaremos porque sí tiene algo que ver con esto de la enfermedad. Nos casamos porque el acto de forma primaria nos proporcionó placer, así de simple, y también, por qué no decirlo, porque todo está montado para que en determinadas circunstancias la justicia lo sea más optando por esa opción y porque de alguna manera nos apetecía darle con el Libro de Familia en los morros a unos cuantos, que después de cuatro años y medio de relación "pecadora" todavía dudaban de la entrega y dedicación de una y del compromiso por la vida en común del otro.



Continuará...