jueves, 18 de agosto de 2011

Día a día VII

Llevaba unos días desatendiendo el tema pero soy como el mes de agosto en la ciudad en la que todo se paraliza, en lo que todo parece entrar en un letargo más apropiado de los osos en invierno, aunque el verano hace aparecer a las lagartijas de sus escondites para encontrárselas paralizadas mientras toman el sol. Podría decir que odio el calor, el verano, la playa, la arena y todo lo relacionado con este ambiente bochornoso del que difícilmente puedes escapar. Tal vez decir odiar sea excesivo pues la definición del diccionario dice que odio es "antipatía y adversión hacia algo o hacia alguien cuyo mal se desea" y sinceramente, a estas alturas de la película, no le deseo ningún mal a nadie ni a nada. Pero como siempre hablamos de males esta vez tendré que confesar que esta parálisis creativa ha sido más bien motivada por inconvenientes en la salud de quien me cuida, que si bien no pueden calificarse de graves sí significan la incomodidad. A veces nos pensamos que teniendo lo que tenemos ya hemos cubierto el cupo y de que nada más nos puede pasar, como si no fuera poco (lamento vulgar). Ingenuo pensamiento y que me trae el recuerdo de aquel neurólogo que me dijo que no moriría de ELA , ya que parece que las neuronas forman parte de un sistema independiente del resto, de ese resto sometido a todos los riesgos de cualquier persona "normal", incluida aquélla que nos cuida, quiere y mima. Así que con más razón que nunca ante la inconveniencia parece como si todo se paralizara todavía más. La energía vital se reduce al mínimo, como si tuviéramos miedo de malgastarla, de abusar de su uso, entrando como en una especie de trance en el que el pensamiento te induce a desear entrar en un sueño profundo el tiempo necesario para despertar cuando todo haya pasado y todo vuelva a nuestra peculiar "normalidad". Y ya que estamos describiendo nuestro "día a día" es algo parecido a lo que pasa cuando Eva por sus inconveniencias más o menos graves debe ausentarse un período de tiempo que a mí se me convierte en interminable o debe alejarse una distancia que mi consciente y mi subconsciente considera excesiva. Debe ser alguna secuela de esos episodios de pánico (http://lavidaconela.blogspot.com/2010/08/panico.html) de los que alguna vez hemos hablado o tal vez sea todo más sencillo, más simple, como la necesidad más auténtica, la necesidad más egoísta que uno pueda llegar a imaginar. Me interrogo constantemente acerca de eso, tengo tanto tiempo..., y me pregunto una y otra vez si esa necesidad es enfermiza, si no estoy ahogando la vida de nadie hasta que el pensamiento se convierte en palabra y formulo la pregunta con el terror imaginario de escuchar algún día una respuesta no deseada, así que procuro disimular en cuanto puedo el pánico que me produce su ausencia a base de alguna pequeña dosis de tranquilizante cuando esa ausencia se prevee larga o lejana.


Ahora sería un buen momento para recurrir al enunciado de los típicos chistes que empiezan "¿cuál es el colmo del...?", y aunque no suelo hacerlo, echo mano al trastero y me autodefiniré con una característica con la que claramente me podían identificar en el pasado "persona claramente independiente" para llegar a saber cuál es el colmo actual.


También hemos hablado de las cuidadoras (http://lavidaconela.blogspot.com/2010/11/cuidadores-asistentes-etc.html) así que poco podremos añadir sobre este tema, quizás un leve reconocimiento e insistir una vez más en lo tranquilizador que es haber encontrado a alguien que se implica en el tema la justa medida, lo estrictamente necesario como para saber que en un momento dado sólo hace falta hacer sonar la corneta y activarse en aquello que sea necesario. Así que durante ese período de obligada ausencia quedo a buen recaudo de otras manos que atienden mis más básicas peticiones y que se resumen en poco como ir cambiando la posición de mis piernas periódicamente y cada vez que se lo solicite para movilizarlas y evitar el dolor que provoca la quietud total, o facilitarme un trago de agua en esa lucha sin descanso por desprenderme de ese insistente lapo aferrado a mi garganta. Nunca tan poco tuvo tanta importancia.



Y así pasamos esa primera parte de la mañana, entretenido en la medida de lo posible ante la pantalla de un televisor intentando que la mente no se enrede demasiado en desbocados pensamientos difíciles de gestionar. No obstante, en ocasiones esta particular misión, se torna ardua e imposible. Tan es así que al margen del exceso de la información (http://www.elpais.com/articulo/sociedad/Atentos/todo/nada/elpepusoc/20110512elpepusoc_3/Tes) hay días que el pensamiento ejerce su libertad absolutista y me provoca auténticos debates internos algunos explicables y otros no. Uno de ellos, recurrente, es pensar que de alguna manera mi evolución personal se vio atorada en ese momento en el que la primera de las neuronas decidió volverse gandula. De alguna manera me cuestiono constantemente hasta qué punto mi desarrollo personal se puede considerar normal a partir del momento en el que debes irremediablemente declararte "enfermo" de cualquier cosa. No tengo una respuesta clara, o sí, la única certeza es que a partir de ese momento nada será como podría haber sido, como podrías haber imaginado, ya que la imaginación también es generalmente lo suficientemente lista como para ser selectiva y darte los sueños despiertos más agradables posibles, pero cuando la varita mágica y maldita del destino decide depositar sobre ti polvo de estrellas y adjudicarte un destino que ahora no quiero adjetivar la misma imaginación se muestra poderosa brindándote toda clase de pensamientos catastróficos y que tendrás que gestionar, dominar y torear con la mayor maestría posible. ¿Pero es eso evolución? Me cuestiono eso porque siempre fui de pensamiento infantil, pueril me llegaron a decir, aunque quien me lo dijo tenía el concepto de que madurez está directamente relacionado con el número de relaciones sexuales mantenidas con diferentes personas, por lo que sus insinuaciones y las de otros sobre mi supuesta inmadurez siempre me las tomé con cierto escepticismo, pero de ser así y partiendo de la teoría de que mi evolución personal se truncó en determinado momento pueda ser que según esos "cánones" universales de inmadurez la mía personal sigue estando latente. Porque aprender a convivir con un mal o aprender a sobrevivir a costa de todo tal vez no pueda considerarse madurar y tal vez sea así ya que la relación con Eva tiene mucho de infantil ya que jugamos constantemente y nos divertimos, algo que a muchos les provoca auténtico estupor.





Ya son las 12 y Eva está a punto de volver de sus menesteres así que seguiremos otro rato que ahora toca recreo.