He tenido un sueño. No, no es la traducción literal de
aquella famosa frase que pronunció Martin Luther King. Antes de seguir paro la
escritura pensando en cómo establecer un criterio más o menos común para todos
que pudiera servir para diferenciar un sueño de una pesadilla. Para simplificar
se me acaba de ocurrir que podríamos decir que un sueño es aquel del que no
quisiéramos despertar, mientras que la pesadilla es aquello otro de lo que, con
agobio, queremos despertar cuanto antes mejor. Partiendo de esta premisa
reconozco que he empezado mal este escrito.
He tenido una pesadilla. Mi momento onírico me llevaba a
ocupar el otro lado de la orilla, la posición de aquellos que por la
circunstancia que sea se encuentran ante y al lado de un ser querido con una
enfermedad tachada de incurable. Maldito adjetivo, mientras otros como
imparable o invencible hacen vibrar nuestras cuerdas vocales con pasión,
"incurable" no deja ningún lugar a la duda en su definición. Pero
dejemos las palabras a un lado y regresemos a la pesadilla del saber que el mal
de nuestro ser amado no tiene solución. La sensación de impotencia puede ser
tal que el vértigo mental nos pueda llevar a la más absoluta desesperación porque
el interior nos comunica constantemente que no hay medicamento con copago o sin
copago capaz de detener ese mal. Por mucho que busques y rebusques no
encuentras alternativas, ni soluciones, ni terapias milagrosas en la China Popular,
así que es inútil invertir todos nuestros ahorros o pedir impagables hipotecas
para recorrer el mundo entero buscando la curación de nuestro ser querido.
Algunos, desesperados, buscamos el alivio con el rezo a la deidad de turno, al
santo de nuestra personal devoción y otros al destino, el mismo destino cruel
que sentenció nuestras vidas con una sorpresa inesperada. Y mientras tanto, entre
rezo y rezo, nos aplicamos con esfuerzo para que la vida del otro, la que
quede, sea la mejor, la más plácida y cómoda posible reventando y enviando a
tomar Fanta http://www.youtube.com/watch?v=q8Y0-34DCOA
la frase de Samuel Johnson: "Donde
la esperanza no existe, no puede existir el esfuerzo" http://es.wikipedia.org/wiki/Samuel_Johnson#Citas
, y entre esfuerzo y esfuerzo uno quisiera empuñar el martillo de Thor http://es.wikipedia.org/wiki/Thor ,
dios del trueno, y golpear con él la roca más grande conocida y conseguir que
las células se recompongan y que las neuronas normalicen su funcionamiento. No
sé describir con palabras semejante sensación de impotencia presente en mi
pesadilla.
Por eso que quisiera dedicar estas líneas a Óscar, a
Rosalía, a Nuria, a Eva y a tantos y tantos nombres anónimos que nos brindáis
vuestro esfuerzo desesperanzado y dais a nuestras vidas la dignidad suficiente
como para desearla.
Gracias.