miércoles, 29 de febrero de 2012

Al suelo !!!

No recuerdo bien que dijo Tejero cuando comandaba el asalto al Congreso de los diputados el 23 de febrero de 1981. Estoy con la duda de si dijo "quieto todo el mundo" o "todo el mundo al suelo".
Bien, todo esto no tiene nada que ver con lo que quería contar hoy. Hace unas semanas leía en el blog de un compañero de penalidad como contaba por decenas sus caídas al suelo. De repente me vi obligado a hacer un recuento de las mías por aquello morboso de comparar y tengo que reconocer que a duras penas llego a una de esas decenas. Pero bien, tras el ejercicio de memoria lo primero a destacar es la gran facilidad que tiene la mente humana para olvidar rápidamente cuestiones dolorosas, tanto en lo físico como en lo mental, y salvo que en alguna de esas cuestiones no tengamos un recordatorio evidente y/o visual en forma de cicatriz metafórica o de cicatriz real, el resto queda almacenado en algún lugar remoto de la memoria en el que tendremos que trastear para recordar.


En mi caso, de una de las caídas más destacables mantengo los nueve puntos de sutura en la frente que me la recuerdan cuando esporádicamente me miro al espejo. La verdad sea dicha es que no me miro muy a menudo, por no decir nada. En primer lugar porque la mayoría están en zonas inaccesibles y en segundo lugar porque si por alguna extraña razón necesito mirarme en uno de ellos "no me reconozco", como diría Joan Laporta, impresentable ex presidente del Barça y ahora parlamentario autonómico y edil del ayuntamiento de Barcelona, cuando repasaba en primera persona su discurso ante la asamblea de socios gritando aquello de "al loro, que no estamos tan mal" (qué cosas tenemos los catalanes para elegir a tipos como éste). Para compensar esta otra carencia tengo siempre a mi lado a Eva diciéndome lo guapo que estoy y soy, y yo, por decreto y por devoción creyéndomelo, o no.
Pero al margen de venir aquí a contar batallitas de abuelete mientras lucimos cicatrices de mayor a menor importancia, en donde quería indagar es en esa pseudo evolución de nuestras circunstancias que prácticamente va acompañada de la importancia y la contundencia de nuestras caídas "al suelo". Prácticamente rememorando cada una de ellas uno se recuerda asimismo caminando como una auténtica muñeca de Famosa dirigiéndose hacia el portal, con aquellos pasitos cortos, arrastrando los pies, como si tuviéramos la entrepierna escocida y al rojo vivo. Lo curioso es, de alguna manera, como uno se resiste ante la evidencia de que las piernas en cualquier momento no aguantarán más nuestro propio peso y se convierte en un auténtico logro mantener las rodillas inflexibles, pues por experiencia uno puede decir lo desagradable que es la sensación de sentir como tus rodillas se tronchan y acabes arrodillado como vil penitente. No obstante y en mi caso, la mayoría de veces, me he caído como un lápiz que fracasa después de intentar mantenerlo en vertical convirtiendo la cabeza en un bolo acelerado por su propia inercia. Como excepción recuerdo una vez que en medio de un mercado municipal acabé arrodillado en medio de la multitud mientras mi espalda se mantenía erguida gracias a un corsé que un médico recuperador me recetó. Aquel día pensé en que deberíamos imprimir una serie de panfletos para irlos repartiendo al público que con asombro contemplaba aquel espectáculo para poder darles una explicación del fenómeno. Pero para ser sinceros donde realmente corremos peligro es en las transiciones de un sitio a otro donde aunque dependamos de nosotros mismos o de los brazos de otros, en esas décimas de segundo en el que no tenemos las posaderas en contacto con nada, es donde aumentan las probabilidades de acabar por los suelos.
De todas formas creo que las mayores y las más fuertes caídas son en ese impás en el que uno se resiste a abdicar y la abdicación se muestra en forma de silla de ruedas, porque el siguiente paso de nuestra peculiar "evolución" será que una vez que tomemos asiento lo tomaremos para siempre, y de ahí hasta lo que podamos imaginar.
Para acabar no puedo resistirme a relatar un encuentro fortuito con la mujer del que fue mi dentista con la que nos cruzamos por la calle. Al verme, después de mucho tiempo y sentado en mi trono sobre ruedas me dijo… "que bien te veo, te veo muy tieso", y a lo que nunca respondí con un… "más que tieso, señora, inmóvil".

4 comentarios:

Adilia Aires dijo...

Jeje!! Creo que dijo "todos al suelo", pero no me hagas mucho caso. Tienes memoria, nunca se me ocurrió contabilizar las caídas, tampoco me miro al espejo. Mis hijos tienen la mania de hacer fotos, cada vez q me veo me llevo un susto. Eso sí me dicen guapa, igual que Eva... Cuantas cosas en común hen???
Un abrazo

Joan Garrido dijo...

Sí que tenemos cosas en común. No me has dicho nada de mi cicatriz de Harry Potter!!!!

Josep Rof Rof dijo...

Hola Juan yo soy de los que se mira al espejo y contabilizo mis caídas 55 en total mi cabeza esta zurcida con mas de 45 puntos y en el suelo a pesar de no poder levantarme siempre lo acaricio sin las caídas no seria posible y la VIDA sigue y con ella mis caídas, abrazos Josep

Joan Garrido dijo...

Josep, el company al que feia referència a l'apunt ets tu. Ja fa temps vaig llegir que explicaves els cops que havies caigut i de sobte vaig comptar les meves. Si es tractés d'un partit de bàsquet tu guanyaries per cinc.
Sí, tens raó, l'important és tornar-se a aixecar i seguir jugant el partit. Una abraçada.

Pd: Segueixo incondicionalment el teu blog.