sábado, 12 de junio de 2010

Kaka

Tema escatológico el de hoy. Podríamos utilizar todos una serie de metáforas o eufemismos para hablar del tema pero lo más claro y diáfano es decir que hoy hablaremos del cagar. Por eso he cambiado el título del apunte un par de letras con la intención de adornarlo, aunque el resultado final parezca que hoy hablaremos de cierto jugador del Real Madrid. No hay ninguna mala intención escondida con ese hecho.

Cada uno a las cosas le aplica determinada importancia dependiendo de su estructura mental que viene condicionada por tantas y tantas cosas como la educación recibida, el ambiente o el entorno en el que vive, etc., pero para mí la acción de evacuar siempre ha sido uno de los handicaps más importantes ocasionados por esta enfermedad con los cuales me he tenido que enfrentar. Tal vez alguien considere que esto es un tema menor o sencillamente una estupidez pero realmente siempre he llevado mal el hecho específico del de no poderme limpiar por mí sólo el culo. Con ánimo de justificar esta personal obsesión o preocupación busco antecedentes que lo puedan justificar así que rememoro el pasado y algunas situaciones hacen que la dificultad todavía me deprima. Por si en alguna ocasión no lo había comentado mi discapacidad empezó primero en el brazo izquierdo y después en el derecho para posteriormente afectar las extremidades inferiores y el resto de la musculatura voluntaria. Como se sobreentiende la incapacidad en las extremidades superiores determina el grado de autosuficiencia y el poder hacer determinadas cosas por uno mismo, y el proceso en ambos brazos fue el siguiente: dificultad en la flexión del brazo, seguido de problemas con la supinación, para acabar con problemas en la prensión o garra de la mano. Relato todo este proceso para poder entender el gesto simple de poderse subir y abrochar los pantalones, y el más elemental y básico que es pasarse el papel higiénico por el ano. Así que uno, con la lenta degeneración, va reinventándose y buscando soluciones, algunas realmente estrambóticas. Recuerdo que aún en activo tuve que realizar un viaje de trabajo al extranjero cuando ya tenía prácticamente afectado en su totalidad el brazo izquierdo y el derecho todavía podía, aunque con dificultad, soportar el peso de los pantalones. En aquella ocasión dispuse del tiempo necesario como para realizar una prueba tras otra de cómo subirme el pantalón. Descubrí que la mejor manera era tumbado en la cama y aprovechar abdominales, lumbares y la musculatura de las piernas, todavía conservadas, para subirme los pantalones. Me resulta difícil explicar con palabras el movimiento así que me abstengo. Luego estaba la dificultad de subir la cremallera que con el tiempo solucioné poniendo una cinta de tela anudada en el agujero del gancho del deslizador de la cremallera (no todos lo tienen) para poder meter alguno de los dedos de la mano que todavía se flexionaban y poder así subirla poco a poco. Resumiendo, se trataba de eliminar en la medida de lo posible la gravedad (efecto físico que atrae la masa de los cuerpos hacia el centro de la tierra). Pero ah!..., amigos, al final uno tiene que enfrentarse al auténtico reto que es abrocharse ese maldito botón del pantalón. Ese es un auténtico termómetro de la decadencia y de la autosuficiencia. Un gesto que en situación normal efectuaremos de una forma tan mecánica como inconsciente se convierte en un auténtico suplicio que puede llegar a provocar el más intenso sudor. De la ropa o mejor dicho del vestuario hablaremos más adelante en otro apunte pero ese maldito botón lo podremos sustituir con corchetes o botones de presión o con otro tipo de cierres que podemos encontrar en cualquier mercería. También podremos sustituir el botón por anillas rectangulares mientras hacemos pasar por su interior una cinta de Velcro que una buena modistilla sabrá adaptar, todo ello para dejar pasar el tiempo hasta que tengamos que recurrir al pantalón de chandal y su cintura elástica de goma que para algunos nos hará perder una relativa y muy personal dignidad. Lo reconozco, es una cuestión casi cultural y estética que el momento práctico que requiere podría pasar a un segundo plano y aún así uno está dispuesto a este singular sacrificio con tal de no recurrir a nadie que te baje o que te suba los pantalones antes y después de ir al baño. El elástico invita a instalar ganchos estratégicamente y adecuadamente colocados en la parte interior de las puertas para poder aprovechar la fuerza de las piernas para poder subir y bajar los pantalones con la cintura elástica atrapada en esos ganchos. En fin, casi se trata de una cuestión de ingeniería pero no de ingeniería académica sino de ingenio puro y duro. Todo por esa lucha titánica e interna de no tener que recurrir a nadie para algo, a priori, tan personal. Pero hasta los reyes más poderosos deben abdicar en un momento u otro en su lucha contra la autonomía y recuerdo como si fuera ahora el día que le pedí a la mujer que nos hacía la limpieza en el piso que por favor me subiera los pantalones. Sólo tardó una semana en decirnos que no podía seguir viniendo a trabajar para nosotros, así que se trataba de buscar a alguien que al margen de la limpieza estuviera dispuesta a subirme y a bajarme los pantalones cada vez que se lo solicitara. Ésa fue la condición que planteábamos a cada una de las unas cuantas que pasaron por casa para "cuidar al gato" mientras mi compañera tenía que ir a trabajar. No hubo mayores problemas visibles o notorios o, por decirlo de alguna manera, excesivamente evidentes. Ahora bien, una de esas mujeres que pasaron por aquí, después de dos años de trabajo ininterrumpido, justo el día de autodespedirse y en forma de reproche, nos dijo que el primer día que tuvo que limpiarme el culo se fue a casa llorando, como si aquello hubiese significado una gran vejación para ella. La asistenta se convirtió en asistonta pero antes de desaparecer para siempre y completamente de nuestras vidas no pude reprimirme la necesidad de decirle que quien realmente llora es aquel que debe enseñarle sus intimidades a todo un rosario de desconocidos y desconocidas porque determinados movimientos básicos e insignificantes no puede realizarlos por si mismo. Hoy por hoy el tema ya es diferente ya que mi compañera, amiga, esposa y diplomada en fisioterapia ha dejado de trabajar para atenderme y cuando la necesidad aprieta acude rauda y dispuesta a la ayuda para poder aligerar todo tipo de presiones abdominales. El amor hace que prácticamente sus manos se conviertan en las mías y simplemente no encuentre la diferencia sobre lo que yo mismo haría en mí y por lo tanto el factor vergüenza agradablemente desaparece.

Ahora bien, si escuchando todo tipo de pautas con las que constantemente nos bombardean tanto los medios de comunicación como los más avezados facultativos de turno, que recomiendan una y otra vez una dieta sana, mediterránea por supuesto, y un mínimo de ejercicio para favorecer el tracto intestinal, normalmente me provoca la risa más cínica al pensar que lo primero tal vez si sea posible, pero que lo segundo ni se me ocurre el cómo ni la forma de compensar esa falta obligatoria de actividad física. Si a eso le sumamos que la musculatura abdominal se relaja de la misma forma que la del resto del cuerpo es fácil imaginar que los intestinos campan a sus anchas en esa zona del abdomen sin control y que la falta de fuerza necesaria para realizar empujones nos provoca más que un disgusto y un endémico estreñimiento. A partir de ahí lo que conlleva toda esta deficiencia es un delicado equilibrio entre dieta y laxantes que ayuden a la evacuación. Luego están otros problemas difíciles de catalogar como la compresión de un tal "nervio frénico" por parte de los intestinos y el diafragma, que también se adormece como el resto, que explicado el fenómeno a algunos les suena como un verdadero cuento chino pero que provoca una peculiar molestia. Así que cuando uno "caga a gusto", y creo que todo mundo entenderá esa expresión, aquí en casa celebramos fiesta nacional, pero tampoco se trata de convertirlo en un drama. El auténtico drama sería morir de un paro cardiaco en medio de un esfuerzo al intentar cagar o morir de un reventón intestinal que nos llenara el cuerpo de mierda.

Perdón por el apunte pero es un tema que realmente me tiene la moral comida.


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